Ya no se trata de si haces trampa. Se trata de si sabes pensar.
La inteligencia aumentada empieza con intención humana, no con prompts genéricos.
Mucho se ha dicho —y con razón— sobre cómo los estudiantes universitarios alrededor del mundo están usando inteligencia artificial generativa para hacer trampa: copiar ensayos, automatizar tareas, entregar respuestas que no procesan. En un reportaje reciente, el periodista James Walsh describía con crudeza esta realidad: una generación que “edita” lo que una máquina produce, sin saber si alguna vez pensó algo propio en el camino. Y en su conversación con Sean Illing (The Gray Area), la pregunta de fondo era casi existencial: ¿sigue teniendo sentido ir a la universidad si ya no se piensa?
Esa preocupación es legítima. Pero me parece que hay algo aún más profundo en juego. No basta con denunciar la trampa o lamentar la degradación de la educación. Porque el verdadero problema no es que alguien use ChatGPT para escribir un ensayo sobre los Modelos de Diseño Estratégico. El verdadero problema es si sabe pensar sobre la Modelos de Diseño Estratégico. O sobre cualquier cosa que nos importe.
No se trata de si usaste IA o no. Se trata de cómo configuraste tu pensamiento antes, durante y después de usarla.
Pensar no es consultar. Es transformar.
Hay una manera superficial de interactuar con la IA: lanzar un prompt genérico, copiar lo que sale, y seguir con tu día. Pero también hay una manera profunda: convertir la IA en una herramienta de contraste, de tensión, de provocación. Una manera en la que el prompt se vuelve una hipótesis, una exploración, un diseño de pensamiento.
Pedirle a un modelo “dame ideas de negocio para adultos mayores” es un acto vacío. En cambio, decirle y sembrar una idea como: “Toma el rol de un diseñador de negocios bajo el modelo de los 24 pasos del emprendimiento disciplinado de Bill Aulet. Identifica ideas de negocio para clientes adultos mayores que no requieran levantar capital, sino que operen bajo bootstraping y que respondan a necesidades afectivas y de acompañamiento documentadas como no satisfechas en zonas urbanas de nivel medio alto en Bogotá” revela algo más importante que la respuesta: revela quién pregunta.
Esa es la diferencia entre hacer trampa y participar activamente en la arquitectura del conocimiento.
Lo que deberíamos estar evaluando
Hoy seguimos juzgando si el texto final fue hecho por una IA. Pero eso es irrelevante frente a preguntas más importantes:
¿Qué tan clara fue la pregunta inicial?
¿Cómo sembraste la conversación con la IA?
¿Bajo qué criterios filtraste las respuestas?
¿Qué transformaciones ocurrieron en ti a lo largo del proceso?
Es decir: ¿hubo pensamiento propio, o solo hubo resultado?
El pensamiento no es una secuencia de teclazos. Es una forma de habitar una pregunta. Y ese proceso no puede ser automatizado (aún). Puede ser asistido, sí, pero aún no sustituido.
Más allá del salón de clases: la IA nos expone a todos
Este dilema no es solo de estudiantes. Lo viven también los profesionales, los estrategas, los docentes, los investigadores. Todos los que generamos ideas, contenido o conocimiento estamos siendo llamados a redefinir nuestra práctica. La IA no nos reemplaza; nos revela. Nos expone. Nos obliga a mostrar si sabemos construir un argumento, condicionar una hipótesis, tensionar una idea. ¿Podemos? Ahí está el origen del reto.
Por eso propongo un cambio de paradigma: pasar de una lógica de First AI a una lógica de First Thinking. Porque lo humano no está en la respuesta, sino en la intención detrás de la pregunta.
Lo que está en juego no es la educación. Es el pensamiento.
Sí, hay trampa. Pero más allá de la trampa, hay una posibilidad radical: la de convertirnos en pensadores aumentados. En diseñadores del análisis. En personas que no solo consumen lo que la IA produce, sino que piensan con ella, contra ella, a través de ella.
La educación —y más allá, el conocimiento mismo— no puede reducirse a detectar plagios. Tiene que aprender a leer los rastros del pensamiento: las decisiones, las contradicciones, las claridades, los umbrales de entendimiento.
Porque si el conocimiento que generas no te transforma, entonces no es aprendizaje. Es solo trámite.
Y lo que necesitamos no es más control, sino más conciencia. Más intención. Más pensamiento.
Fuente mencionada: If AI can do your classwork, why go to college? | The Gray Area
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Sobre mi
Víctor M. González, Ph.D., es el fundador y director de Sperientia [studio+lab]®. Con más de dos décadas de experiencia en la industria, Víctor ha liderado proyectos de innovación y diseño estratégico para algunas de las empresas más reconocidas en América Latina y Estados Unidos. Es el creador del modelo MEPI® (Mapeo de la Experiencia a partir de Intenciones), una metodología innovadora que permite a las organizaciones mapear y mejorar la experiencia del cliente basándose en sus intenciones y necesidades específicas. Sperientia [studio+lab]® es una agencia líder en investigación y consultoría, especializada en el entendimiento del cliente y en el diseño de experiencias de usuario y cliente. Fundada en 2019, Sperientia [studio+lab]® trabaja con organizaciones en México, Estados Unidos, América Latina y Europa, ayudándolas a crear productos y servicios digitales que generan un impacto significativo y positivo en la vida de sus clientes. Nuestra propósito como empresa es ayudar a nuestros clientes a entender a sus clientes.
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